¿Escribir y trabajar es posible?
Algunos dicen que es una suerte tener un trabajo que compaginar con la escritura.
Otros opinan todo lo contrario: lo ideal es dedicarse solo a escribir.
Cada persona contiene en sí misma un universo de emociones, opciones y circunstancias. A mí me ha tocado vivir dentro del primer grupo: escritores que además trabajan fuera de su imaginación.
Se nace escritor, escribir y trabajar es lo natural
Hace unos meses mi hermana me contó algo que yo había olvidado. Me dijo que viéndome en una de las presentaciones que hice para promocionar las novelas, llegaron hasta su mente los recuerdos de muchas tardes de invierno en las que venían a vernos nuestros amigos.
Tengo la suerte de pertenecer a la generación cuyos padres fueron jóvenes profesionales que decidieron tener a sus hijos siendo ellos muy jóvenes. Quiere decir que cuando mis padres y sus amigos tenían mi edad actual (32 años) ya tenían por casa corriendo un par de niños de entre cinco y ocho años. Eso se traducía en tardes de domingo de café para los mayores y de bocadillos de nocilla para los pequeños.
Lo que mi hermana me contó es que muchas de esas tardes las pasábamos en una habitación de la casa que utilizábamos para jugar. Yo, que era la mayor (y quizá la más activa), bajaba la persiana, encendía la luz de una pequeña linterna, la colocaba en mitad de la habitación y me sentaba formando un corro con nuestros amigos. ¿Y sabéis qué hacía? Les contaba historias. La mayoría inventadas, casi no las recuerdo.
Me hace pensar que quizá cuando nací en mis genes ya estaba esa fiebre por imaginar y contar historias a los demás. ¿Se nace escritor?
Mi juguete preferido cuando cumplí los diez u once años era un maletín (que todavía conservo) con un microscopio y un equipo de observación. Me obsesionaba descubrir de qué estaban hechas las cosas (desde la piel de una manzana al tejido de mi pijama). Poco tiempo después descubrí que había una carrera en Salamanca que me enseñaría cómo funcionaba la vida. Y a por ella fui. Y fueron cinco de los años más bonitos y apasionados de toda mi vida.
Soy una chica de ciencias. Siempre lo fui.
Pero también hay algo más. Siempre lo hubo.
La vida se metió entre medias: primero la carrera, luego la empresa. Pero llegó un día, un punto de inflexión, en el que supe que tenía que hacerle caso a esa parte tan divertida de mi mente: crear historias.
Juntarme con mis amigos y contarles relatos hoy en día era inviable así que decidí buscar otros amigos y amigas: los lectores.
Escribo solo desde hace un par de años, pero las historias viven en mi imaginación desde que nací. Hay una certeza en mi corazón y es que en mi felicidad y en mi camino siempre se habría colado la escritura.
Compaginarlo con el trabajo es duro, muy, muy duro. No solo son las horas en las que no puedo escribir, sino todo el tiempo que dedico a la semana al trabajo y en el que no puedo avanzar con mis historias.
Pero también es una salvación, porque creo que si no hiciera otra cosa más que escribir me iría convirtiendo en una especie de Gollum: mi tesoro sería la historia de turno.
También está la parte económica: vender libros y vivir de ello actualmente es una aventura muy arriesgada. En ese sentido tengo la suerte de que el sustento de mi familia no sea lo que creo en mi cabeza.
Además, ¡mi trabajo me encanta!